por Eduardo Rodríguez
Tres movilizaciones. Tres causas.
Este fin de semana ocurrieron tres movilizaciones en la Ciudad de México, todas culminaron en el Zócalo, pero cada una con sus “asegunes”. El viernes se movilizó la CNTE en rechazo a la reforma de la Ley del ISSSTE; el sábado, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se manifestaron ellas en las principales ciudades del país, en exigencia del respeto a sus derechos, a su dignidad y a sus vidas; y el domingo, lo que iba a ser un mitin de protesta por la imposición de aranceles a los productos de exportación a Estados Unidos, se convirtió en un festival musical que parecía más una asamblea informativa con cargo al erario -por los miles de acarreados que acudieron al evento- que un evento donde se iba a presentar una política comercial en defensa de los intereses nacionales.
Hay de movilizaciones a movilizaciones, todo depende del cristal con que se miren y de los propósitos que persiguen las y los manifestantes.
Mientras que la CNTE hace de las marchas su medio favorito para presionar al gobierno en turno, ya sea federal, estatal o municipal, y con ello lograr canonjías de tipo económico o incluso posiciones políticas para fortalecer la disidencia del SNTE; el movimiento feminista 8M desbordó las calles del Centro Histórico de la CDMX y las aledañas a Paseo de la Reforma en protesta, principalmente por las víctimas de feminicidios y desaparecidas, al tiempo de reclamar a la presidenta Sheinbaum con la consigna de “Oye, Claudia, no llegamos todas”.
La marea púrpura está más vigente que nunca, no obstante que una mujer sea presidenta y que repita hasta el cansancio que con ella llegaron todas, cuando en los hechos ha resultado ser una falacia, toda vez que muchas mujeres han sido desplazadas de su gobierno que llevan luchando lustros, desde varios frentes por erradicar la violencia de género y por la igualdad de oportunidades.
Las cifras reales de feminicidios y desaparecidos siguen en niveles alarmantes e inéditos que claramente contrastan con el discurso oficial.
Un dato alarmante es que en el 75 por ciento de los casos de feminicidios en México, es decir, 3 de cada 4, la víctima deja a una hija o hijo en situación de orfandad, por lo que las abuelas asumen su cuidado.
Las consignas contra el machismo en todo el país son un crudo recordatorio al gobierno de la 4T que, por más apoyo ciudadano que se jacten, la realidad es que hay demasiadas asignaturas pendientes, principalmente con las mujeres.
La violencia sexual, física, vicaria, psicológica y económica se recrudece y no hay visos de solución, ni siquiera de contención.
Para el gobierno, la marea púrpura convocó en la CDMX a cien mil personas; en cambio, en el mitin informativo cuatrotero hubo el doble, cuando en la realidad, el marcador fue favorable a la marcha de las mujeres en una proporción de 10 a 1.
Lo del domingo en el Zócalo fue un baño de pueblo y de fortalecimiento al alter ego de la mandataria al más claro estilo de su mentor. La presidenta diario tiene encuentros con reporteros para marcar agenda en los temas de coyuntura; igual ocurre con el mandatario norteamericano, en un ejercicio de propaganda, cuyo común denominador entre ambos mandatarios es la verborrea infinita para construir una realidad virtual.
Sheinbaum ha domado a la bestia por 30 días, hecho que ningún presidente del mundo ha logrado, y aunque sea una victoria momentánea, hay que reconocérsela.
Mientras tanto, las tres movilizaciones del pasado fin de semana, motivadas por tres causas tan diferentes, demuestran la pluralidad de ideas, la diversidad de agendas y, sobre todo, evidenciaron la división que existe entre gobierno y partido en el oficialismo
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