POR: LILY ORTIZ
Legislar con cabeza fría
Esta semana concluyó el Primer Periodo Ordinario del Congreso del Estado, un momento que invita no solo al recuento numérico, sino al análisis de fondo sobre la forma en que se está ejerciendo la labor legislativa en Durango; más allá de filias o fobias partidistas, los datos duros permiten dimensionar un periodo que deja avances claros y, sobre todo, una señal relevante: el diálogo sigue y debe de ser el eje del trabajo parlamentario.
Durante este periodo, el Congreso mostró una productividad que contrasta con el rezago legislativo que históricamente ha sido uno de los principales señalamientos hacia los parlamentos locales; de acuerdo con el balance presentado por el presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política (JUGOCOPO), Ernesto Alanís Herrera, las comisiones legislativas sesionaron y dictaminaron en más de 61 ocasiones, lo que derivó en la emisión de 176 decretos en rubros estratégicos para la vida cotidiana de las y los duranguenses.
Este ritmo de trabajo permitió reducir rezagos, ordenar agendas y avanzar en temas que por años habían quedado en pausa. Transporte público, educación, salud, seguridad, protección de niñas, niños y adolescentes, paternidad responsable, derechos de los seres sintientes y autoempleo juvenil son solo algunos de los ámbitos atendidos. Destaca, además, la aprobación de la Ley en materia de extorsión, que coloca a Durango a la vanguardia nacional y responde a una de las problemáticas que más lastiman a la sociedad.
El análisis y aprobación de las leyes de ingresos de los 39 municipios y del paquete económico estatal también evidencian un trabajo técnico y político que abonó a la gobernabilidad y a la rendición de cuentas, dos elementos indispensables en cualquier democracia funcional.
Pero más allá de los números, el verdadero valor de este periodo ordinario radica en la forma; en todo órgano legislativo sea un congreso local, la Cámara de Diputados o el Senado, el diálogo no es un accesorio: es una condición indispensable. En el Congreso del Estado ha prevalecido, con matices y diferencias, una dinámica donde el intercambio de ideas y la construcción de acuerdos han estado por encima de caprichos personales o trincheras ideológicas.
Este tipo de ejercicios parlamentarios son los que deberían replicarse en los congresos estatales del país: espacios donde se llega con argumentos y propuestas, no con consignas ni descalificaciones; donde se privilegia el debate firme, pero respetuoso. La política pierde sentido cuando el diálogo se sustituye por la confrontación, ya sea verbal o física, como ha ocurrido recientemente en otros recintos legislativos del país, entre ellos el Congreso de la Ciudad de México.
Por supuesto, no ha sido un camino exento de tensiones, desacuerdos y momentos complejos; la pluralidad implica confrontación de posturas. Sin embargo, la constante ha sido una visión que, en la mayoría de los casos, ha privilegiado lo que conviene al ciudadano, entendiendo que las decisiones que se toman en ese recinto impactan directamente en la vida pública.
El cierre de este periodo ordinario deja un mensaje claro: cuando el diálogo perdura y se antepone el interés colectivo a la lógica partidista, los congresos pueden dejar de ser escenarios de confrontación estéril y convertirse en verdaderos motores de resultados. Y ese, quizá, sea el avance más significativo.
HABLEMOS DE…
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