Por: Eduardo Rodriguez
Mientras el crimen manda, el gobierno administra el miedo.
No son mentiras las lapidarias frases del presidente Trump en torno al control que tienen los cárteles de la droga en nuestro país y del miedo, complicidad o incompetencia de las autoridades para combatirlos.
“Sheinbaum me cae muy bien, pero México esta dirigido por los cárteles… tiene miedo”, advirtió el mandatario estadounidense, al tiempo de insistir con una intervención militar contra los narcoterroristas que atentan contra la seguridad de su país.
Vivimos a expensas de la voluntad de los criminales que siembran el terror en todo el país sin que nadie los frene.
Ahora fue Carlos Manzo; antes, el líder de los limoneros en Apatzingan, Bernardo Bravo. El año pasado, le sucedió al alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, quien ademas de decapitarlo fue torturado y su cuerpo exhibido en la plaza pública.
Michoacán se tiñe de sangre con el morenista Alfredo Ramírez Bedolla, un gobernador complaciente, mentiroso y timorato que toma actitudes más de complicidad con los criminales que como autoridad responsable de la seguridad de sus paisanos.
Si fuera tan solo una entidad, pues el problema no sería tan grave. Pero estamos hablando de que más de la mitad del territorio nacional se encuentra bajo el control de los delincuentes sin que autoridad alguna tenga el valor y capacidad para enfrentarlos.
Incluso en la capital del país, acribillaron a los dos colaboradores más cercanos de Clara Brugada y acaban de matar al abogado David Cohen.
Por semanas, Carlos Manzo denunció la persecución y acoso de los criminales a su persona y a su comunidad; incluso clamó por seguridad federal, pero esta llegó tarde y a cuentagotas.
Los culpables de este artero crimen, que dejó en orfandad a una inocente criatura, no son solo los capos de la droga. También la responsabilidad recae en el gobierno estatal, donde Ramírez Bedolla cobra como gobernador, y por supuesto, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
No basta con que Omar Garcia Harfuch y mandos militares y marinos hagan la tarea. Es vital que los propios gobernadores realicen su chamba, aunque varios de ellos están coludidos con los criminales. Es de todos conocido quienes son, porque su llegada al poder está estrechamente relacionada con sus buenas migas con el crimen organizado.
Ejemplo de lo anterior es Rubén Rocha Moya gobernador de Sinaloa, Américo Villarreal de Tamaulipas, Evelyn Salgado de Guerrero, por supuesto, Ramirez Bedolla, y otros tantos más, como la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila o Alfonso Durazo, de Sonora. Tan solo por citar algunos cuatroteros que viven envueltos en el sospechosismo.
Y no solo son mandatarios estatales, sino funcionarios de primer nivel del gobierno federal como Adán Augusto López.
En muchos casos no se trata de que exista una complicidad explícita, sino de ser omisos en combatirlos, por miedo o por capacidades muy limitadas.
¿De qué sirven las sentidas condolencias si en vida no los protegieron, no obstante las reiteradas y desesperadas peticiones de ayuda?
Como Carlos Manzo, viven otros alcaldes que están entre la espada y la pared resistiendo solos el embate de los malosos y con el abandono de los gobiernos estatales y federal. La violencia y los sucesos sangrientos son parte de la narrativa cotidiana, así como la incapacidad gubernamental para pacificar al país y revertir los índices delictivos, y como están las cosas, pasará el sexenio de Sheinbaum hundido en un caos de violencia y muerte.
Si esto ocurre con los funcionarios de alto rango, ¿qué puede esperar el ciudadano de a pie?
@eduardguezh
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