Margarito Alvarado
La política es el arte de sacar dinero de los ricos y el voto de los pobres con el fin de proteger a los unos de los otros.
Noel Clarasó.
“En la política los convicciones solo sirven para ocultar intereses”
DICCIONARIO
Contlapache (Náhuatl): pájaro que esconde el nido
Figurado.- Tapar o cubrir algo ilícito
¡Ay MORENA Morenita!
Refrán. Que de las mulas mansas me cuide Dios que de las brutas me cuido yo.
EL TESTAMENTO DE JUDAS
Allá en mi tierra, en el mérito San Juan del Río, Dgo., así como en otros pueblos, se acostumbra quemar a Judas, antes el sábado de gloria, ahora ya es domingo de gloria.
La característica allá, es que antes de quemarlo, se le daba lectura al testamento de Judas. Se leía en alta voz y se oía por bocinas colocadas en una azotea.
El testamento era conformado en estrofas satíricas, en versos octosílabos.
Nadie se escapaba de la herencia, salvo algunas personas respetables.
Los más legados eran los “riquillos” del pueblo, los políticos, los borrachos y otros con alguna cola que pisarles.
Era tal la sátira que empleaban, que había quienes pagaban a los autores con tal de no ser heredados.
Para que se den una idea de cómo se las gastaban, ahí les van tres estrofas de los que me acuerdo.
Al marido de Julieta,
el de los celos eternos,
yo le heredo una segueta
pa’ que se moche los cuernos.
A ti, la beata Susana,
te dejo esta comisión:
cose la sotana del cura
sin bajarle el pantalón.
Al párroco sacerdote,
al que siempre trae chorrillo,
yo le heredo un grueso olote
pa’ que se tape el… oído.
Puras de ese tenor.
Se acercaba el sábado de gloria, y una comisión de los “notables” del pueblo; fueron a hablar, con el presidente municipal para pedirle que censurara la lectura del documento.
Este justificó la lectura y el contenido arguyendo que sólo era una vez al año y que al pueblo le servía de desfogue: como catarsis, pues.
Le recordaran que el apenas había tomado posesión el ultimo día del agosto pasado; pero que diera por sentado que no se escaparía de que algo le iban a heredar.
Se convenció, y mandó a traer a los notarios con todo documento.
Fueron, le llevaron el escrito y el presidente lo empezó a leer.
A medida que la lectura avanzaba, se reía, sonreía, movía la cabeza, hasta que llegó a donde estaba él.
Decía:
Para el señor presidente
quién representaba a la ley,
le elevó el coeficiente
pa’que le quite lo güey.
Y respingó. ¡Óigame no! Que falta de respeto para la autoridad.
¡Quítenle eso ultimo!
Uno de los autores justificó: Mira presidente, lo güey no te lo podemos quitar, porque si te lo quitamos… ¡Ya no rima!.