FRASES CELEBRES Y OTRAS HIERBAS
Margarito Alvarado Martínez
TODO POR UN “CHINCHE” PESO
Continuación…
Justo a la media noche lo hicieron y funcionó.
Precedido por un horroroso rebuzno del asustado jumento, cuando el muerto apareció con la mortaja sobre la cabeza deteniéndola con los brazos en cruz, la luna le daba un aspecto de auténtico fantasma. Los ladrones quienes aún no se reponían del primer susto, se quedaron paralizados y estupefactos; y al oír el llamado del espectro: ¡Vengan todos mis difuntos! Y la respuesta de lo que parecía ser de decenas de insepultos: ¡Aquí vamos todos juntos!, acompañada del sonido de la caja con huesos y del ruido de la pala golpeando las lápidas, despavoridos salieron como almas que lleva el diablo. Como campeones olímpicos saltaron la barda de casi dos metros, corrieron hasta donde estaban los caballos, los desataron, les treparon de un salto –menos uno que se desmayó antes de montar- y se alejaron a todo galope dejando el cuantioso motín.
Los compadres se repartieron la fortuna. Las monedas dejadas por los bandidos para el petate, fueron para el que se prestó el servicio funerario.
Estaban cargando los costales del dinero en el burro cuando surgió una pequeñísima desavenencia. El ex pobre reclamó al compadre ahora más rico, aquel peso que quedó pendiente de un día antes del falso deceso.
El compadre ya iba a darle el peso, pero algo en su interior se lo impidió. Molesto le dio una patada al que menos culpa tenía: al burro; para luego ponérsele bien al compadre.
-¡Por el amor de Dios compadre, tenga vergüenza y muestre un poco de dignidad! Lleva allí un dineral, suficiente para vivir holgadamente lo que le queda de su recochina vida. Ya tiene hasta para pagar quien le dé de tragar en el hocico y le lave las callosas sentaderas, por que a usted, hasta eso le da evonada…
¿Y sabe qué? No le debo ni madre, porque fue usted el que se rajó y no cumplió el trato volviendo a pedir limosna. Le daría su chinche peso y otros tantos, pero para mí, que si tengo vergüenza y dignidad, el dárselo sería aceptar una burla y un insulto de su parte.
En la mentalidad de aquel que nunca tuvo ni en que caerse muerto, para en esos momentos la avaricia ya había hecho efecto trastocando su cerebro. Reaccionó como en aquella ocasión en que el compadre le ofreció trabajo: como demonio. Tuteándolo empezó a insultarlo.
-¡Mira, mira! Así que darme mi peso te resulta una burla y un insulto; pues á’i te va una burla y un insulto de verdad: ¡Ja ja y ja! ¡Y tiznas a tu madre mendigo riquillo; por eso nadie te quiere!… ¡Ni la comadre!
-¡A veinte, limosnero evón hijo de tu reverenda progenitora…!
Y se trenzaron a demoniazos dándose hasta con las cruces.
Cuando el bandido que se había desmayado recobró la conciencia, monto a su caballo y antes de partir alcanzó a oír al interior del panteón, pujidos, insultos y reclamos:
-¡Dame mi peso muerto méndigo!
-¡Que te lo de la pediche de tu madre, mantenido muerto de hambre!
-¡Métetelo en el… bolsillo!
-¡Qué se lo introduzca tu…!
El bandido partió a galope y fue a reunirse con sus compinches a la casa de campaña. Estos habían estado comentando el suceso y cuando entró, el jefe le dijo algo que pareció un reproche:
-¡Chinche bato tan cobarde me recaí! Luego preguntó:
-¿Eran muchos difuntos?
-¡De a madre! Con decirles que en el reparto no alcanzaron ni de a peso. Alcancé a oír cuando me vine que andaban dos agarrados a madrazos… ¡por un chinche peso, háganme el recavor fabrón!
-¡Fiuuu fu!
¡Pues si: eran de a madre!