FRASES CELEBRES Y OTRAS HIERBAS
Margarito Alvarado Martínez
TODO POR UN “CHINCHE” PESO
Última parte…
El final de este cuento, historia o leyenda, deja de estar bien definido, porque quienes me lo contaron (sigo sin recordar quienes fueron) nunca se pusieron de acuerdo. Unos les daban un final feliz y otros un desenlace trágico.
Los que le daban el final feliz decían: Qué después del pleito panteonero los compadres dirimieron sus mutuas ofensas y limaron asperezas. Que a partir de ahí se dio una armoniosa relación entre el nuevo rico y el matrimonio. Que el ex limosnero se volvió arrejuntar con una vieja que le dio dos hijos, los cuales fueron bautizados por la pareja rica de abolengo.
Los que daban un final trágico, decían que el pobre mató al rico de un talachazo e hizo lo que había ido a hacer: enterrarlo. Que al principio se había quedado con todo el dinero producto del robo, lo que lo desquició a tal grado de quedar más loco que una cabra y anduvo por allí despotricando, ponderando su hazaña; lo cual llegó a oídos de la viuda, quien tomó venganza matándolo también de un talachazo; recuperó el dinero y junto con su propia fortuna lo dedicó a hacer obras pías entre los más necesitados del pueblo y alrededores. Que al cabo de tres años después de la muerte de su esposo, murió de tristeza y el pueblo agradecido le erigió una ermita a la mitad del camino entre el panteón y el rancho, donde se le venera como santa patrona de los compadres, de los limosneros y de los bandidos (también así me la contaron).
Y el final donde empieza o termina la leyenda:
Que fue el rico el que lo mató al pobre desnucándolo al darle en el pescuezo con uno de los costales del dinero y lo enterró en la sepultura que el otro había cavado; y que además, tuvo la macabra desfachatez de en una tabla que clavó en la sepultura escribir como epitafio: “Murió por evón”
Se contaba; y tal vez aún se cuente -¡Ave María Purísima!- que por las noches se aparece el compadre pobre penando por los lóbregos callejones implorando con voz lastimera:
-¡Una limosnita por el amor de Dios! –Y que a las doce de la noche, toca a la puerta de la casa del compadre rico reclamándole en el mismo tono:
-¡Chinche compadre, vengo por mi chinche peso!
Usted que leyó esto, dele el final que más le guste; y si no le gusta ninguno… ¡Póngale uno de su cosecha!